Feliz pero profundamente decepcionado
Agradecido de lo que tengo hasta que consiga lo que quiero
Hoy, mientras celebro haber alcanzado un hito importante en mi vida, no puedo evitar sentir una mezcla de emociones. Me siento increíblemente feliz de anunciar que mi libro, «Te Necesito», finalmente ve la luz en Amazon. Es un proyecto en el que he invertido tanto tiempo, energía y amor, y verlo publicado es una verdadera alegría y paz interior. Cada página escrita representa un pedacito de mi corazón y estoy orgulloso de poder compartirlo con todo el que esté interesado, sobre todo con los papás. Sin embargo, también coincido con una profunda tristeza, tras ser consciente y reconocer una separación cercana para la que no estoy preparado. El tramo final del camino hacia la publicación de este libro ha estado marcado por grandes altibajos emocionales, dando por finalizado el libro antes de tiempo, ya que mis sentimientos estaban empezando a afectar al desarrollo y argumento del propio libro. Mi corazón aún está sangrando y gracias a cada palabra sincera escrita con anterioridad, salgo herido, pero vivo de este doloroso final. Mi propio libro se ha convertido en un refugio de luz en la oscuridad, haciéndome creer que se puede reconstruir una vida que merezca la pena ser vivida y compartida.
Tenemos que entender algo, los padres también fallamos a nuestros hijos y por regla general, la repercusión de estos son de mayor dimensión. Se habla de cómo los hijos decepcionan a sus padres, pero cuando los padres fallan a sus propios hijos, con voluntad o sin ella, se extiende un velo más invisible y cierta comprensión entre los adultos. Vivimos en un mundo donde el amor por sí solo no garantiza el éxito en la construcción de una familia y eso es debido en parte a una sociedad que olvida el sacrificio, pero presiona por “ser acreedores de la felicidad”. Realmente se requiere un esfuerzo constante y compromiso por parte de cada miembro familiar para nutrir la relación día a día. Los lazos familiares se fortalecen en la medida en que cada individuo se dedica a trabajar en ello, estableciendo un ambiente de armonía y cercanía donde todos se sientan valorados, queridos y comprendidos. Si los padres no consiguen este hecho, su fracaso es mayúsculo, aunque tus amistades o familiares te digan lo contrario.
Observar cómo mi hijo de dos años busca la inclusión de ambos padres en sus actividades diarias es una afirmación esclarecedora de la importancia innata que los niños asignan a la presencia y participación de ambos padres en sus vidas y la necesidad en su subconsciente de mantenerlos unidos. Los niños buscan naturalmente el amor, la atención y el apoyo tanto del padre como de la madre, y su instinto les impulsa a querer la presencia de ambos padres en su día a día. Oír a mi hijo como le pide a la madre que lo persiga por el pasillo para venir a mis brazos y luego “huyamos” porque nos persigue el “elasmosaurus” es una experiencia verdaderamente conmovedora, que me destroza el alma cuando intento dormir porque me recuerda la importancia de la unidad familiar que seguramente yo no seré capaz de darle.
En este empeño por alcanzar una unión familiar sólida, son los padres quien tienen esa responsabilidad. Son ellos quienes deben sentar las bases para que la familia prospere y los valores sean replicados por los hijos. Tal como lo señala el experto en el tema, Aníbal Cuevas: “Considero esencial que los padres se amen y actúen como un solo equipo. El mejor regalo que pueden ofrecer a sus hijos es demostrarles con hechos que se aman mutuamente, pues esto genera seguridad y tranquilidad en el entorno familiar. La unidad de la familia se cimienta en la unión del matrimonio, ya que su comportamiento y actitud impactan profundamente en la cohesión familiar.”
Los hijos no solo necesitan al padre como padre y a la madre como madre, sino también la relación de pareja que tienen y la relación de amor y de unidad que constituyen. Nunca hemos de olvidar que las dos necesidades básicas de cualquier ser humano, y muy en especial de los más débiles, son alimentación y afecto. El refrán “Familia que crece unida, permanece unida” resuena en mi mente como un recordatorio constante de la importancia de la unidad familiar en mi vida. Sin embargo, en la realidad cotidiana, presencio con preocupación cómo muchas familias, incluido la mía, experimentan distanciamiento, disfuncionalidades y rupturas. La falta de comunicación efectiva, empatía y comprensión entre sus miembros conduce a separaciones completas y desgarradoras. Esta desconexión profunda plantea una pregunta dura: ¿dónde ha fallado nuestra sociedad, nuestras amistades, e incluso nosotros como individuos, en mantener y fortalecer el vínculo familiar? El ámbito familiar siempre se ha considerado el cimiento de nuestro desarrollo personal y emocional. Es el lugar donde aprendemos a amar, a comunicarnos, a resolver conflictos y a desarrollar nuestra identidad.
Solo me queda pedir perdón a mi hijo y a ti si has llegado hasta aquí. Gracias por leer este desahogo.