¿Eres el lobo en la historia de otro?
Tiempo de lectura: 4 minutosA veces, de manera inadvertida, nos convertimos en los antagonistas de la historia, adoptamos el papel del “lobo”. En estos momentos, es crucial practicar una perspectiva cambiante. Nos convertimos en el gran lobo malo cuando expresamos algo con buena razón, decimos la verdad en voz alta o actuamos según nuestros valores. Nos convertimos en el lobo malo al interferir en las vidas de los demás y al no cumplir con lo que se suponía que debíamos hacer. Caer en la trampa de clasificar a quienes nos rodean como buenos o malos es peligroso, una trampa en la que caemos con tanta frecuencia que apenas nos damos cuenta. En una situación familiar, la madre insiste en que el niño se bañe con ella como parte de la rutina. Cuando el niño expresa el deseo de bañarse con el padre, este se encuentra entre cumplir las expectativas de la madre o apoyar al niño. Si el padre no cede ante las expectativas de la madre, será percibido como el “lobo” que interfiere en sus deseos, aunque solo intenta manejar las preferencias del niño de manera respetuosa. A menudo actuamos de acuerdo con nuestras construcciones internas sobre lo que esperamos de los demás. Ya hemos establecido lo que consideramos apropiado y respetable, lo que entendemos como nobleza o bondad. Entonces, cuando solo una parte de estas expectativas no se cumple, no dudamos en calificar a esa persona como desconsiderada, tóxica, manipuladora o incluso malvada.