Aprendiendo a conocer a nuestros hijos
La conexión emocional es real
Es importante reflexionar sobre un tema que encuentro fascinante, aunque a veces siento que mi opinión al respecto es menospreciada por algunas mujeres. Con frecuencia se subestima la relevancia de la conexión única que podemos establecer con nuestros hijos a través de nuestras interacciones diarias, pasando por alto el aspecto emocional de la ecuación. La realidad es que la forma en que los padres interactúan con sus hijos puede diferir de la de las madres, lo que, a su vez, puede conducir a una comprensión singular de las necesidades y personalidades de los niños. Cuando los padres se comprometen activamente en cuidar y criar a sus hijos, ya sea alimentándolos, ayudándolos a dormir o consolándolos, tienen la oportunidad de forjar una relación íntima y significativa con ellos. Dominar la habilidad de calmar a un bebé sin recurrir al pecho puede demandar paciencia y destrezas específicas, pero una vez superado, el fortalecimiento del vínculo entre el padre y el hijo es inmenso.
Cuando me refiero a la forma en que los padres interactúan con sus hijos, estoy hablando de las estrategias de crianza que empleamos, tanto de manera consciente como inconsciente. El proceso de aprendizaje de la regulación emocional en los niños es natural pero complejo de entender para los adultos, y afecta significativamente su bienestar emocional y su capacidad para manejar las emociones a lo largo de la vida. Este proceso puede verse influenciado por diversos factores, como el temperamento del niño, sus experiencias individuales y el estilo de crianza de los padres.
Para comprender mejor este concepto, veamos un ejemplo concreto: dormir a mi hijo en brazos puede brindarle una sensación de seguridad y confort, lo que puede contribuir a una regulación emocional más efectiva. Después de una actividad física, al experimentar la calma y tranquilidad durante el proceso de quedarse dormido, el niño puede aprender a asociar estas sensaciones con el momento de dormir, lo que facilita la regulación de las emociones relacionadas con el sueño.
Por otro lado, si la madre lleva al niño a la cama o al sofá de manera «forzada» para amamantarlo con el fin de que se tranquilice y se duerma, esto puede generar una asociación entre el acto de amamantar y el proceso de quedarse dormido. Aunque esta acción puede ser efectiva, sobre todo cuando los niños son muy pequeños, ayudándolos a calmarlo y a conciliar su sueño, personalmente considero que no fomenta necesariamente la regulación emocional independiente a largo plazo.
Un aspecto interesante y bastante revelador es que he notado que cuando mi hijo se duerme con el pecho de la madre, tiende a despertarse ansioso y reclamando el pecho, y cuando no lo obtiene de inmediato, empieza a llorar. En cambio, cuando se duerme en brazos, en la sillita del coche o en el carro y se despierta, su despertar es más tranquilo y sereno. Esto puede ser debido a que con el pecho, se crea una fuerte asociación entre la succión, el pecho materno y el sueño. Al despertarse, es natural que busque esa asociación para volver a dormirse. Si no la encuentra, puede sentir ansiedad y frustración, lo que explicaría su llanto. Por lo tanto, si el niño se duerme con el pecho, puede tener más dificultades para calmarse por sí mismo al despertarse, lo que puede generar ansiedad. En cambio, si se duerme en brazos o en un ambiente tranquilo, puede aprender a regular sus emociones de forma más efectiva y despertarse con mayor tranquilidad.
Ya sea por necesidad o por elección, cuando un padre decide involucrarse en estos aspectos y superar los obstáculos, el conocimiento sobre su hijo se vuelve profundo. Personalmente, he experimentado la fascinación de poder interpretar los gestos de mi hijo: sé cuándo tiene sueño y cuándo es el momento de sostenerlo en brazos para ayudarlo a dormir. Es verdaderamente asombroso; no necesito preguntarle a mi hijo, «¿Quieres dormir, Hugo?», porque siempre responde que no. En cambio, le pregunto, «¿Quieres un paseo en brazos, Hugo?», y sé que esa es su manera de decirme que necesita descansar cuando está jugando. Esta conexión íntima es una de las experiencias más gratificantes de ser padre, os lo juro.
Pero esta profunda comprensión sobre nuestros hijos trasciende más allá de lo que muchos padres pueden imaginar. Recientemente, durante una conversación con un padre divorciado, me reveló un conflicto desgarrador que enfrentaba con la madre de su hijo. Ella insistía en que el niño era inquieto, con dificultades para dormir y comer, mientras que con el padre, su comportamiento era completamente distinto. La verdad salió a la luz: el padre mantenía una rutina de actividades y juegos variados, mientras que con la madre, el niño pasaba la mayor parte del tiempo confinado en casa, inactivo y pasivo en el sofá. ¿Somos conscientes del daño emocional que esta situación está infligiendo a ese niño?
¿Podría estar la madre fomentando esa inactividad en su hijo? No tengo una respuesta definitiva, pero es posible que el niño inicialmente se niegue a participar en las actividades que realiza con su padre cuando está con su madre. Esto podría deberse a una falta de conexión emocional con las actividades que realiza con ella o podría ser una forma de expresar su descontento o protesta. Es en este punto donde a menudo se menosprecia la importancia de las conexiones específicas que los padres crean con sus hijos, y se asume que estas son superficiales o efímeras desde la perspectiva de las madres. A mí me han dicho que el consuelo que ofrezco a mi hijo, con mi presencia, se puede suplir, pero, en cambio, el consuelo que da, por ejemplo, el pecho no se puede suplir.
Lo que no quieren entender muchos padres es el hecho de que cada uno de ellos tiene un vínculo único y especial con su hijo, moldeado por las interacciones diarias que comparten y los desafíos superados. Estas interacciones, llenas de amor, cuidado y atención, son la base sobre la cual se construye una relación única y profunda entre el padre y el hijo. Cuando has pasado una hora con tu hijo en brazos, y finalmente se ha dormido después de numerosos paseos y cuentos, ese acto se vuelve inigualable, y tu hijo lo apreciará. Él es consciente del consuelo y seguridad que encuentra al dormirse en tu regazo, así como del esfuerzo que has invertido para ayudarlo a conciliar el sueño sin necesidad del pecho materno. Este tipo de experiencias fortalecen el vínculo entre padre e hijo y dejan una huella invaluable en el corazón de ambos.
Si te sientes identificado con mi forma de pensar y te interesa explorar más experiencias como estas, te invito a darle una oportunidad al libro «Te Necesito«. En sus páginas encontrarás reflexiones profundas sobre la importancia de las conexiones parentales en el desarrollo de los niños, ser flexibles, valorar tu individualidad y forma de hacer las cosas, así como historias conmovedoras que ilustran el impacto que han tenido en mi relación. ¡No lo hagas por mí, hazlo por ti y por tus hijos!